De magos, espadas, rubios musculosos y mujeres con poca ropa.
El ítaloamericano James Sbardellati no tenía experiencia como director. Cuando llegó a Argentina, en el verano de 1982, sus únicos antecedentes habían sido como asistente de dirección en un par de producciones de Roger Corman. Tal vez por eso se la pasaba gritando. Daba sus órdenes de muy mala gana, como si se tratara de un genial artista de larga trayectoria.
Una tarde, mientras se filmaba una escena en uno de los patios de los Estudios Baires, el director de fotografía, Leonardo Rodríguez Solís, propuso utilizar una pantalla reflectora de la luz solar para iluminar el rostro de los protagonistas. Para eso había que subirse a alguna de las dos torres que formaban parte del decorado. El personal técnico se negó: el endeble estado de las estructuras no ofrecía seguridad para trabajar. El rodaje se detuvo entonces unos minutos mientras el Sol comenzaba a ocultarse.
Sbardellati, muy atento a que los costos y las fechas de producción se cumplan al pie de la letra, se puso loco. Insultó en inglés y a los gritos a todo el mundo y trepó a una de las torres. Como para demostrar que esos sudacas eran unos cagones, al llegar a lo más alto comenzó a saltar con furia. Cuando bajó, con aires triunfales, ordenó retomar el trabajo. Ante semejante demostración de coraje un técnico se animó a subir. Unos minutos después, ya en plena filmación, el viento sopló un poco más fuerte y la torre se desplomó: milagrosamente no hubo muertos, pero el valiente argentino que estaba arriba pasó varios meses en el hospital.
La anécdota la cuenta Diego Curubeto en Babilonia Gaucha. Corresponde a la filmación de El cazador de la muerte (Deathstalker, 1983), la primera de las coproducciones que Corman y Aries Cinematográfica Argentina realizaron en el país en la década del ochenta, y da una idea sobre cómo se desarrolló esta curiosa asociación. En la entrada anterior se habló de los tres policiales dirigidos por Héctor Olivera. En esta segunda parte se hará eje en las películas del subgénero de espadas y brujerías, sin dudas lo más bizarro, berreta y divertido de toda esta historia.
Una conejita en Buenos Aires
Como ya se dijo, estas producciones intentaban colgarse del éxito de Conan, el bárbaro (Conan the Barbarian, John Milius, 1982). La cuestión se potenció con el estreno de Conan, el destructor (Conan the Destroyer, Richard Fleischer, 1984), de nuevo con el inflamado Arnold, esta vez acompañado por Grace Jones y el ex NBA Wilt Chamberlain. Pero mientras el hoy ex-gobernador de California se convirtió en una estrella, el protagonista de Deathstalker nunca trascendió: Rick Hill, un ignoto grandulón platinado al estilo He-Man, tiene como punto más alto de su curriculum un papelito mínimo en Mentiroso mentiroso (Liar Liar, Tom Shadyac, 1997), la de Jim Carrey.
Aunque Hill encabezaba los créditos la verdadera estrella de la película era la playmate Barbi Benton, ex esposa de Hugh Hefner [1], que contaba varias apariciones en la revista del conejito. Bernard Erhard, pelado y con un tatuaje en la cabeza, hizo de malo. Y Richard Brooker, que venía de interpretar al enmascarado Jason en la tercera parte de Martes 13 (Friday the 13th Part III, Steve Miner, 1982), fue una especie de segunda guitarra de Hill en la ficción y además se hizo cargo de las coreografías de las peleas.
La película arranca con un contrapicado que juega con las luces y las sombras, lo que demuestra ciertas pretensiones visuales. Pero el film nunca pasó de allí, y encima el guión es por demás chato, casi una excusa para el desfile gratuito de culos y tetas. Claramente el afiche, obra del peruano Boris Vallejo, promete mucho más de lo que la película ofrece [2].
Un rey destronado le pide a Deathstalker (Hill) que lo ayude a recuperar su reino, ocupado por el malvado Munkar (Erhard). "Hace falta un héroe", le dice. "O un estúpido", responde el rubio. Pero luego la bruja Toralva le explica a Deathstalker que tiene que unir los tres poderes de la creación. En eso también anda Munkar, a quien sólo le falta una espada y organiza un torneo de lucha como ardid para conseguirla.
En el camino de nuestro héroe se unirán Oghris (Brooker) y Salmaron (el argentino Augusto Larreta). Y en un momento se cruzarán con una rubia de un metro ochenta y pronunciadas curvas que venía de ser extra en la Scarface de Brian de Palma y luego tendría más acción junto a Corman y Olivera. Pero de ella nos ocuparemos más adelante.
Hay más locales en el elenco: Marcos Woinsky, a quien Munkar transforma en mujer para engañar a Deathstalker; un joven Boy Olmi; brevemente, sin diálogos y con menos ropa, Susana Romero (antes de la recordada publicidad de Jockey Club) y Marina Magalí, que había debutado con Leonardo Favio en Nazareno Cruz y el lobo (1975); y la ex Gambas al Ajillo Verónica Llinás, hoy de extensa y reconocida trayectoria en cine, teatro y televisión. Arevalo, el fortachón que tuvo su cuarto de hora con las pulseadas televisivas de Gerardo Sofovich, encarna a un revulsivo hombre-chancho.
También hubo unos cuantos argentinos en los rubros técnicos: Oscar Cardozo Ocampo (música), María Julia Bertotto (vestuario), Emilio Basaldua (dirección de arte). La escena del bacanal, una de las más entretenidas de la película, demuestra que su trabajo no estuvo mal, a pesar de las varias limitaciones.
Sbardellati, el gritón, no tuvo demasiada suerte en su debut como director: Corman lo despidió durante la posproducción. Por eso en los créditos figura con el seudónimo de John Watson, algo que decidieron de común acuerdo.
Kung Fu in the pampas
La segunda película de Corman en Argentina fue sin dudas la mejor, aunque siempre dentro de un panorama bastante pobre. Dos cuestiones explican el salto (más bien saltito) de calidad. Por un lado, se trata de una remake de Yojimbo (1961), el clásico de Akira Kurosawa que ya había sido reversionado como spaghetti western por Sergio Leone en Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964). Por otro, John C. Broderick era un director con más experiencia, ideas y oficio.
Corría el otoño de 1983. Luis Osvaldo Repetto, uno de los dueños de los Estudios Baires Film S.A. [3], era aficionado a la equitación y solía salir a pasear a caballo por el parque de Don Torcuato. Una tarde, mientras cabalgaba se topó con una joven estadounidense que caminaba por las instalaciones. Charlaron unos instantes de trivialidades hasta que Repetto, galante, la invitó a montar. La poca experiencia de ella en estas cuestiones no ayudó y se fue de boca contra el piso. El golpe fue mínimo en comparación con la reacción posterior del novio de la chica, que cuando se enteró del incidente, tal vez en un ataque de celos, golpeó con tanta fuerza una de las paredes de su camarín que terminó con la mano fracturada.
Esto explica que David Carradine, el protagonista de El guerrero y la hechicera (The Warrior and the Sorceress,1984) editada aquí en VHS por Video Latino Americano bajo la marca Vestron Video (en España se la conoce por su primer nombre: Kain, del planeta oscuro), aparezca con un guante negro y puntiagudo en su brazo derecho durante toda la película: había que disimular el yeso. Aunque siempre fue un clase B (al menos hasta que lo rescató Quentin Tarantino en 2003 con Kill Bill), por el éxito de la serie Kung Fu Carradine era visto como una estrella en Argentina y su llegada causó bastante revuelo [4].
Corman pasó esta vez mucho más tiempo en Buenos Aires y demostró cuáles eran sus intereses: absolutamente ninguno, siempre y cuando la producción no se saliera de presupuesto. Broderick confirmó así que su obra no pasaría a la historia: sus ideas chocaron casi siempre con las limitaciones de recursos. Le habían prometido que los exteriores se filmarían en el Valle de la Luna, pero en San Juan sólo se rodaron algunas breves escenas que se usaron en el comienzo, mientras pasan los títulos, con un extra vestido como Carradine. El resto se hizo en las canteras del Ejército en Campo de Mayo.
-Imágenes de la película y portada del VHS editado por Vestron Video en USA.
Los personajes son aquí bastante más ambiguos y profundos. El film gira en torno a las tensiones entre dos grupos, liderados por tiranos, que se disputan el único pozo de agua potable del planeta desértico. Cuando llega Kain (Carradine) comienza a jugar a dos puntas y, con la ayuda de una espada mágica, termina destruyendo a los dos.
Los líderes de los bandos son Luke Askew, que siempre será recordado como el hippie que les hace dedo en la autopista a Henry Fonda y Dennis Hopper en Busco mi destino (Easy Rider, 1969), y el argentino Guillermo Marín, que en los créditos aparece como William Marin. Anthony De Longis, que tuvo más trascendencia como stunt que como actor, interpreta al lugarteniente de Askew.
La hechicera del título es una chica de poco más de 20 años que tuvo abundante participación en estas coproducciones: María Socas, que se pasa toda -cuando digo toda no estoy exagerando- la película en tetas. Y hay más compatriotas: Miguel Zavaleta, líder de Sueter, y Hernán Gené como dos guardias asesinados por Kain, y Cecilia Narova (Cecilia North en los créditos) como una exótica y sensual bailarina con dos pares de senos [5].
-Póster primitivo de The Warrior and the Sorceress con su nombre original.
También hubo una participación argentina de lo más curiosa: Walter Donado, un ex combatiente de Malvinas que desde hace años se encarga de conseguir animales para la ficción. Comenzó con una víbora y hoy tiene una empresa, Zoofilms, que provee todo tipo de animales para cine, televisión y publicidad. Donado fue uno de los protagonistas de El perro (Carlos Sorín, 2004), donde hizo de sí mismo. En noviembre de 2004 contó su historia en una nota con Página/12.
-Carátula del vhs argentino (foto cortesía de RaroVHS).
Durante la filmación, los mayores problemas se generaron con una escena muy relevante para la historia. Se trata del intercambio de rehenes entre los malos. Un grupo entrega a Socas y el otro a Rapsel, un asqueroso e inteligente lagarto, mano derecha del personaje de Marín. Luego de varias idas y vueltas en medio de la desorientación del encargado de los efectos especiales, Chris Biggs, se decidió contratar a un enano y disfrazarlo para la ocasión. Broderick intentó disimular la pobreza técnica de la escena desde el montaje, con resultados poco felices.
Aunque Carradine aparece desganado (sobre todo en las escenas de lucha) y se abusa de los interiores poco luminosos, la película no es del todo mala y se deja ver. Está claro que con otro presupuesto el mismo elenco artístico y técnico habría logrado algo mucho más digno.
El león que no pudo volar
La filmación de la tercera película de Corman en el país comenzó mal: un ríspido incidente entre el protagonista Bo Svenson [6] y el director estadounidense Alan Holled terminó con el despido de este último. Héctor Olivera quedó entonces al frente de El mago del reino perdido (Wizards of the Lost Kingdom, 1984) editada aquí por Interfilms Video Home S.A doblada al castellano (en España salió como Los hechiceros del reino perdido). Dijo el director hace unos años en Página/12: "Tuve que hacerme cargo de un día para el otro, prácticamente sin haber leído el guión; a medida que iba filmando Américo Ortiz de Zárate -entonces mi asistente- me soplaba qué rol interpretaba cada uno de los actores".
El film comienza con un breve resumen de Deathstalker que incluye imágenes de aquella película. Pero no se trata de una secuela, porque la historia enseguida dispara para otro lado. A diferencia de las anteriores, que no ahorraban violencia (muy light, es cierto) y desnudos femeninos, esta producción está orientada hacia un público infantil.
Ed Naha [7], que luego trabajaría en el éxito de la Disney Querida, encogí a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, Joe Johnston, 1989), escribió la historia. Simon (Vidal Peterson) es el hijo del mago del reino y está comprometido con una princesa. Cuando llegan los malos encabezados por Shurka (Thom Christopher) a derrocar al Rey Tylos y atacan a su padre él intenta escapar con un anillo mágico, pero lo olvida. En el bosque encuentra a Kor (Svenson), que lo ayudará a volver al castillo y recuperar su sortija y su reino.
El guión decía que Simon estaba acompañado por Gulfax, un león alado. Mientras esperaba que los encargados de los efectos especiales le trajeran, como habían prometido, al animal volador, Olivera filmó todo lo que pudo sin Gulfax. Pero un día no se pudo esperar más, y como Richard Lennox y Mike Jones no tenían al felino con alas hubo que improvisar algo. Con unas pieles blancas se creó el traje de una especie de Chewbacca rebozado en algodón.
Dentro se movió Edgardo Moreira, entonces esposo de Noemí Alan, que en los créditos aparece como Edward Morrow y también interpreta a Wulfrick, papá del joven mago.
Poco más para decir sobre los argentinos en esta película. Sólo aparecen tres habitués: Augusto Larreta como el Rey Tylos; María Socas como la perversa Acrasia, una mujer-insecto; y Marina Magalí (Mary Gale en los títulos) como la sirena Linnea, única que muestra un poco de piel en el film.
Se mencionó varias veces que, para abaratar costos, en estas producciones se reciclaron constantemente vestuarios, decorados y hasta escenas. En una de las escenas de lucha durante el climax del film se ve una batalla entre el león volador y una bruja. Esas tomas fueron realizadas originalmente para la película Los bárbaros (Sorceress, Jack Hill, 1982), una producción de Roger Corman filmada en México. Luego se reeditaron para el film dirigido por Olivera. Gran parte de los exteriores se rodaron en las cataratas del Iguazú y alrededores. Pero los escenarios naturales no aportan mucho. La película falla por todos lados, y tal vez su único mérito, dudoso por donde se lo mire, radique en que se convirtió en el video infantil más vendido de Gran Bretaña en 1984. Probablemente ese modesto éxito haya llevado a Corman a realizar una secuela, protagonizada por David Carradine (Wizards of the Lost Kingdom II de Charles B. Griffith, 1989). Pero esta segunda parte ya no se filmó en las pampas.
-Carátula del vhs argentino (foto cortesía de RaroVHS).
Olivera no guarda un buen recuerdo de la experiencia, como dijo en un reportaje con la revista Noticias: "Yo hice películas horribles, como Wizards of the Lost Kingdom, para Roger Corman, y no puse 'pichi pichi', puse mi nombre, porque yo soy lo que hice, bueno o malo". En el citado artículo de Página/12 fue aún más duro: "Creo que fue la peor película que hice en mi vida".
Quedan por ver cuatro de las producciones cormanianas en nuestro país. Y tratar de analizar qué aportes hizo esta experiencia a la industria cinematográfica argentina. Quedan, además, varias curiosidades: la potencia vaginal de una reina bárbara, los problemas con el inglés de una chica nerviosa ante Axl Rose y miles de personas, y una apuesta que sacó a Traci Lords del porno. Sí, todo esto está relacionado con Argentina. Porque el cine no sólo está hecho de superproducciones y grandes obras de arte, sino también de pequeñas historias.
Notas:
[1] Un metro sesenta, 85-60-90, Bárbara Benton enamoró a Hugh Hefner en 1969, cuando ella tenía 18 años y él, 42. Fueron pareja hasta 1979. José Pablo Feinmann conoció a la conejita y lo contó en una divertida columna publicada en Página/12 en 1999.
[2] El asunto de los pósters de las películas no es casual. El negocio de Corman era hacer films que más o menos se adecuaran a las condiciones de las distribuidoras menos exigentes de Estados Unidos. La venta de las películas se aseguraba antes de su realización, a partir de un par de afiches, por lo que luego los detalles de la historia y las condiciones de producción pasaban a un segundo plano.
[3] Los Estudios Baires de Don Torcuato fueron construidos en 1938 por Eduardo Bedoya, subdirector y administrador del diario Crítica. En sociedad con Natalio Botana, propietario del periódico, creó la empresa Baires Films S.R.L. La primera película que se rodó allí fue Ultimo refugio (1941), dirigida por el vienés John Reinhardt y protagonizada por Mecha Ortiz y Pedro López Lagar. Durante varios años fue uno de los estudios de filmación más importantes de América latina, y hoy debe estar entre los primeros de América del Sur. Repetto, sobrino de Bedoya, se integró al negocio en 1971. Parte de las instalaciones se incendiaron en junio de 1997, apenas unos días antes del comienzo de la filmación de Tango (Carlos Saura, 1998), lo que de todas maneras no impidió la realización de la película.
[4] Aunque nunca fue una estrella en Hollywood, David Carradine es el actor más importante que trajo Corman a Argentina. Curubeto cuenta en Babilonia Gaucha que a pesar de la mala fama previa se portó bastante bien durante su estadía. Abusó poco del alcohol y le agarró el gusto al mate. Incluso mantuvo la cordura cuando, alertados de la presencia del astro en Don Torcuato, varios fanáticos de las artes marciales se acercaron al lugar con la intención de proponerle, a veces de muy mal modo, una pelea, algo que nunca llegó a concretarse.
[5] Muchos argentinos aparecen en estas películas delante de las cámaras. La mayoría no figura en los créditos y tiene apariciones muy breves, por lo que resulta difícil identificarlos. Para peor los sitios IMDb y Cine Nacional no son del todo confiables: presentan diferencias entre sus fichas, además de algunos errores y omisiones. Por eso sólo se menciona a aquellos de los que se pudo comprobar su participación. Sin levantar el teléfono -algo que este bloguer ad honórem todavía no está dispuesto a hacer- no se puede avanzar mucho más en la búsqueda de certezas.
[6] El sueco Bo Svenson es un rubio de casi dos metros. Nació en Gotemburgo en 1944 y en su adolescencia emigró a Estados Unidos, donde se alistó en la marina. A fines de los sesenta comenzó a trabajar en televisión y luego en películas de escasa relevancia, como El carnaval de las águilas (The Great Waldo Pepper, George Roy Hill ,1975), junto a Robert Redford y Susan Sarandon. Su carrera nunca tuvo demasiado vuelo y hay poco para destacar: en los ochenta apareció junto a Chuck Norris y Lee Marvin en Fuerza Delta (The Delta Force, Menahem Golan, 1986) y en El guerrero solitario (Heartbreak Ridge, 1986), dirigida y protagonizada por Clint Eastwood. Probablemente lo más recordado de su carrera sea el reverendo Harmony de la segunda parte de Kill Bill (Quentin Tarantino, 2004)
[7] Ed Naha además de ser el editor de la revista de Sci-Fi Starlog en los 80 y luego de un breve paso en los comienzos de su revista hermana Fangoria, dedicado al cine de terror, fue el escritor encargado de realizar el guion final de una de las películas más exitosas de la productora Empire Internacional Pictures de Charles Band: el film Troll (1985) de John Carl Buechler. En 1989, en efecto, escribió con Stuart Gordon y Brian Yuzna el éxito infantil Querida encogí a los niños.
Culmina febrero y les traigo la segunda parte del informe sobre los films hechos por Roger Corman en Argentina, en este caso poseo estos tres films asi que su análisis se hacía muy pertinente; Para el mes que viene se termninará con la tercera y última entrega, pero antes tocará un nuevo capítulo sobre la historia de la productora The Cannon Group. Saludos para todos!!!
Federico
Excelente vuestra página. Y aprovecho para dejaros un blog de cine que encontré el otro día: http://todocinemaniacos.com
ResponderBorrarGracias por el dato!! Pero este blog lo manejo yo solo jaja
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